En la actualidad, estos trastornos se diagnostican precozmente, lo que favorece el tratamiento en un rango edad en la que los jóvenes se enfrentan a muchos cambios.
CAROLINA GARCÍA / Madrid
Los adolescentes españoles sufren ansiedad y depresión, exactamente un 5% de ellos sufre algún síntoma depresivo y el 20% sufre alguno ansioso, así se ha explicado esta semana en el VI Curso de Salud integral en la Adolescencia, organizado por la Sociedad Española de Medicina de la Adolescencia (SEMA) en el Hospital Universitario de La Paz, de Madrid. Los expertos inciden en la importancia de dedicar tiempo y observar con detenimiento a este grupo de la población «al que normalmente se les tacha de estar en una edad complicada, en la que sufren muchos cambios en el ámbito personal y social, en vez de identificar la existencia de un serio problema”, explica el doctor Félix Notario, pediatra de la Clínica Rosario (HLA Grupo Hospitalario) en Albacete.
«Obviamente, estos datos son una estimación –aunque sí que hay evidencia científica que entre el 3% y 5% de los adolescentes presentan depresión–, porque el foco de síntomas en la adolescencia es muy amplio», continúa el experto por teléfono. «Ahora somos capaces los profesionales de diagnosticar estos trastornos antes. Y eso es muy positivo. Los adolescentes en la actualidad están sometidos a mucha presión, la sociedad cada vez es más competitiva e Internet ha provocado que la comparación sea continúa en una edad en la que se aprende a ser», añade.
La depresión es un trastorno del estado de ánimo caracterizado principalmente por la anhedonia –falta de placer por las cosas–; la abulia –falta de energía para hacer algo–; y la apatía. Para ser descrito como trastorno, según se define elDSM-5. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, conocido como la biblia de los psiquiatras, los síntomas deben presentarse por lo menos durante seis meses. La depresión puede tener consecuencias fatales.
Por su parte, el trastorno de ansiedad se define como aquel estado de alerta que no es eficaz, y afecta a la vida del individuo, como las fobias (fobias sociales, agorafobia), obsesiones, manías, etc. Puede tratarse de una ansiedad ligada a una situación o un estímulo concreto o puede ser generalizada. Cabe recordar que la ansiedad es algo natural que nos ayuda a la supervivencia, pero cuándo esta nos bloquea, es cuando llega el momento de resolverlo y pedir ayuda.
Y no es solo un problema español también es global. Muchos adolescentes también son conscientes de que algunos de sus iguales padecen estos trastornos, así lo concluye una última investigación de Pew Research Center, elaborada en Estados Unidos con 920 menores entre 13 y 17 años el pasado mes de febrero. A estos menores también les preocupa que en su propia comunidad haya episodios de acoso escolar, adicción a las drogas o que los jóvenes beban mucho alcohol, en este orden. Además, los adolescentes se sienten presionados por conseguir aprobar los exámenes; encajar socialmente y verse guapos.
Todo esto puede llevar a que el adolescente se enfrente a un cúmulo muy elevado de distintas emociones que en algunas ocasiones supera sus habilidades y recursos, llegando a padecer trastornos como depresión y ansiedad.
Tiempo de calidad de padres e hijos
En esta última investigación, además, queda patente que adolescentes y padres tienen una percepción muy distinta sobre cuánto tiempo pasan juntos. Son los progenitores los que se quejan del poco tiempo que pasan haciendo cosas en familia. Exactamente, según sus resultados, el 45% de los padres que vive con sus hijos adolescentes asegura que estos pasan muy poco tiempo con ellos; mientras que la mayoría de los jóvenes encuestados, el 65%, cree que lo que pasan juntos es suficiente. Incluso, un 9% asegura que “pasan demasiado tiempo con ellos”.
¿Cómo nos podemos dar cuenta de que algo va mal?
Hay varios factores que nos pueden hacer pensar que nuestro hijo padece un trastorno depresivo o de ansiedad:
- Primero, hay que valorar si existe algún tipo de componente heredado que pueda predisponer al joven a padecer un trastorno del ánimo.
- Observar si hace un uso excesivo de las redes sociales, si hay un aislamiento desmesurado, o que se haya producido algún cambio radical en su vida.
- Existen unas manifestaciones orgánicas y conductuales que nos deben alertar, como que el joven tenga cefaleas, dolor de cabeza o abdominal, que haya disminuido su rendimiento escolar o si se han producido cambios en su carácter, «por ejemplo, si se ha vuelto más irritable».
«Esto es a grandes rasgos. Cuando los padres detecten algún signo de alerta, lo primero es acudir al médico. Y lo segundo, si se confirma el diagnóstico, es ir a un psicólogo. La depresión y la ansiedad en la adolescencia no son un problema único del chaval, la familia se debe implicar, debe ser participe del tratamiento. Es un trabajo conjunto con un objetivo, que el joven se encuentre mejor y salga adelante», concluye Notario.