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El peligro de etiquetar a un niño como vago

Etiquetar es simplificar, reducir a un niño a una palabra. Cuando etiquetamos, producimos un efecto negativo que puede ser perjudicial y peligroso. En este artículo profundizamos en esta costumbre tan extendida y limitadora.

El peligro de etiquetar a un niño como vago es con frecuencia ignorado. ¿Cuántas veces hemos dicho «qué malo eres», «eres un vago», «eres torpe», «mi hijo es tímido», «es nervioso, no para»?

Suele ocurrir cuando los padres observan en sus hijos ciertas conductas no deseadas que les llevan a perder el control, poniendo palabras a pensamientos que solo son productos de un estado de ánimo, sin ser conscientes del peligro que puede acarrear. Pensemos que  soportar la madurez de un niño bajo el paraguas de ciertos adjetivos puede condenarle a cumplir con ellos.

 

Si un niño tiende a tener un comportamiento disruptivo, no es un niño «malo»; es un niño que se comporta mal, sin que este «mal» esté en su definición. Si le resulta complicado aprobar las matemáticas, no significa que sea una niña «torpe»; quizás solo alcance determinadas etapas relacionadas con la abstracción más tarde o en método con el que aprende no es el que mejor encaja con sus capacidades. Así podríamos llenar el artículo de ejemplos.

 

Efecto Pigmalión, la profecía autocumplida

La forma en la que nos relacionamos con el mundo y la imagen que tienen de nosotros las «personas a las que estamos apegados», en especial a edades tempranas, influye enormemente en nuestro autoconcepto. Cuando se etiqueta a un niño, se proyecta sobre él un espacio con límites que, con frecuencia, nada tienen que ver con él. Sin embargo, pasan a ser profecías que tenderá a autocumplir.

 

En 1965, Robert Rosenthal introdujo el término efecto Pigmalión para referirse al fenómeno por el cual las creencias y las expectativas puestas en una persona influyen en su rendimiento. Por ejemplo, si mi hijo tiene dificultades para estudiar y lo califico como vago, es más probable que el niño asuma ese rol y termine actuando como tal. Soy vago,… pues entonces seré vago.

«Una profecía autocumplida es la predicción de que, puramente como resultado de haberla hecho, causa el evento esperado o predicho y por tanto confirma su propia exactitud».

-Paul Watzlawich-

 

 

El peligro de etiquetar a un niño como vago: ¿qué ocurre cuando ponemos esa etiqueta?

 

Motivación

Un niño conocido como vago puede esconder ciertas dificultades que, precisamente, potencia la propia etiqueta. Existen numerosas dificultades en el aprendizaje que producen una disminución importante de la motivación del pequeño.

Es fundamental tener presente este hecho para valorar la posibilidad de que pueda haber algún obstáculo que le impida su desarrollo. Igualmente, exista o no una dificultad específica en el aprendizaje, es recordar un aspecto esencial: la motivación.

La motivación impulsa y mantiene la conducta de la persona hacia metas o fines concretos, es lo que le da energía y dirección a la conducta, por lo que es considerada la causa del comportamiento. La motivación influye en gran medida en el aprendizaje y en el crecimiento infantil, y va a determinar su desarrollo.

“La motivación es la voluntad de aprender, entendido como un interés del niño por absorber y aprender todo lo relacionado con su entorno”.

-Piaget-

 

 

¿Qué puedo hacer si mi hijo tiene una escasa motivación?

Pues bien, vamos a intentar contestar.

 

Como vemos, son muchas las medidas que podemos tomar para hacer que un niño trabaje más. De una forma u otra, llamarle vago o tratarle como tal, no va a ayudar a que se esfuerce más; si esto sucede, lo más probable es que su motivación todavía decaiga más, mostrando menos iniciativa y disposición para emprender retos.

Fuente: lamenteesmaravillosa.com


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